El hemograma es una prueba diagnóstica que forma parte de la base de datos mínima y que realizamos diariamente en la clínica. Normalmente solemos fijarnos en los valores numéricos. En ocasiones el recuento de células puede ser normal, pero eso no significa que no haya alteraciones relevantes. Por ejemplo, la ausencia de leucograma de estrés puede ser indicativo de hipoadrenocorticismo. El hemograma nos proporciona información de muchos otros aspectos importantes (morfología celular, agentes infecciosos…) que nos permiten identificar anormalidades que pueden ser indicativas de determinadas alteraciones o enfermedades. Además de los valores numéricos, debemos fijarnos en las gráficas de puntos o en el frotis sanguíneo, ya que nos permiten identificar elementos como anemia regenerativa, desviación a la izquierda o neutrófilos tóxicos que, en ocasiones, son el único marcador de inflamación. Además, también podemos identificar células tumorales circulantes (blastos). Por ello, debemos prestar atención al recuento de células e integrarlo con la información proporcionada por los gráficos de puntos y el frotis sanguíneo, todo ello con el objetivo de identificar anormalidades que nos ayuden a establecer un diagnóstico diferencial adecuado y, por lo tanto, tener una mayor probabilidad de llegar a un diagnóstico definitivo.